El espacio que crean los tambores: La liberación trans + queer requiere un mundo sin violencia
Si queremos acabar con la violencia, y en particular con la violencia contra las mujeres y las niñas -trans y cis, mujeres y personas de género expansivo- debemos dedicarnos a cambiar todas las relaciones de transaccionales a transformacionales. Debemos liberar nuestras formas ancestrales de ser y relacionarnos entre nosotres y con la tierra (recursos), de las garras del patriarcado, el capitalismo y la supremacía blanca.
Este fue el tema principal de nuestra conversación de junio de Movement Maker, en la que cuatro miembros de la cohorte 5, Imara Jones, Daroneshia Duncan-Boyd, Gia Loving y M Adams, se reunieron para reflexionar sobre la intersección del movimiento antiviolencia y la liberación trans + queer.
Aunque organizamos la conversación durante el mes del Orgullo, no es una conversación que pueda o deba limitarse a un mes del año. El Orgullo tiene tanto su legado revolucionario continuado como una revuelta en respuesta a las injusticias cometidas contra los cuerpos trans y queer, como una alegre resistencia a través de la celebración de la subversividad y la divinidad inherente que representan nuestros cuerpos. Es un recordatorio, como compartió Maura Bairley, facilitadora principal de MEV, “de que no necesitamos el permiso de nadie para tomar nuestras calles,” y de que nuestra alegría estridente y nuestros espíritus indomables “crean el espacio que hacen los tambores”. Esta referencia es una línea de la novela Jazz de Toni Morrison. Describe una versión ficticia de la marcha silenciosa de 1917, en la que niñes, mujeres y hombres negras marcharon en protesta por el aumento de la violencia blanca contra los cuerpos negros en East Saint Louis, IL. Marcharon en silencio, con el único sonido procedente de los tambores que tocaban mientras marchaban. El espacio creado por esos tambores les sostuvo en su dolor, rabia, orgullo, y habló lo que no se podía decir.
Sin embargo, como hace el capitalismo, ha intentado consumir el Orgullo en su propio beneficio, blanqueando la historia del origen de Marsha P. Johnson, Sylvia Rivera y otra gente de color queer y trans que salió a la calle. En los desfiles corporativos del Orgullo de hoy vemos cómo el capitalismo, el patriarcado y la supremacía blanca se confabulan entre sí para continuar con este borrado y para presentar la idea de que lo más importante para la liberación queer y trans es el matrimonio, un derecho que beneficia mayoritariamente a los hombres cis blancos, homosexuales y capacitados. Contribuyendo y manteniendo la violencia económica y social contra las personas trans y queer negras y de razas marginadas, especialmente contra las mujeres trans negras, y destacando, como comparte Imara Jones en la conversación, que “la violencia física suele ser la manifestación de otros tipos de violencia que están teniendo lugar, es decir, legal, política, social, etc.” En última instancia, este blanqueo no sólo es erróneo, sino peligroso, porque desvía la atención de la realidad de que el motivo original de esa primera protesta sigue existiendo.
Imara también compartió que Estados Unidos es el tercer país del mundo con mayor número de asesinatos contra la gente trans, después de Brasil y México. El 90% de esos asesinatos se cometieron contra personas trans negras y de raza marginadas y el 75% de los asesinatos fueron contra mujeres trans negras. El aumento de la violencia contra la gente trans que se produjo junto con la elección de Trump en 2016, no es una coincidencia. Las políticas violentas de Trump han envalentonado a la gente para llevar a cabo actos de violencia física, y este legado continúa al ver más de 100 propuestas de ley antitrans pendientes en más de 25 estados sólo este año.
Este nivel de violencia es estratégico e intencional. “No hay voluntad de acabar con la violencia contra los cuerpos trans y queer negros y de razas marginadas porque es lucrativa para los sistemas que cometen la violencia (la supremacía blanca, el patriarcado y el capitalismo) y para la gente que se beneficia de esos sistemas,” nombró M Adams.
Cuando nos reunimos en el espacio que crean los tambores, estamos construyendo el mundo de forma intencional y subversiva. Estamos diciendo a la gente que mantiene estos sistemas opresivos que nuestra imaginación liberadora es mayor que su violencia. Que nuestra capacidad para encontrar la conexión, incluso cuando se nos maltraten, sobrevivirá a cualquier práctica transaccional y extractiva.
¿Qué sería posible si empezáramos a transformar cada relación de nuestras vidas para que fueran lugares de intencionalidad y conexión? ¿Donde nos viéramos primero como seres divinos y nunca como objetos de los que se puede obtener algo?
¿Qué pasaría si honráramos la brillantez de la juventud trans y queer como nos recuerda Gia Loving? ¿Qué pasaría si no sólo luchamos contra la legislación dirigida a la juventud trans, sino que respetáramos realmente la capacidad de acción de la gente joven sobre sus propios cuerpos y vidas?
¿Qué sería posible si las mujeres cisgénero no vieran a las mujeres transgénero como una amenaza para su propia feminidad? ¿Qué pasaría si las mujeres transgénero nos ayudaran a todes a comprender que el patriarcado no puede dictar ni definir cómo debe ser la feminidad ni quién se beneficia de ella, como declaró Daroneshia Duncan-Boyd?
Mientras ves la conversación, te invito a que reflexiones sobre estas cuestiones y te preguntes cómo puedes estar interiorizando la profana trinidad del patriarcado, el capitalismo y la supremacía blanca (antinegra). ¿Qué cambios puedes hacer para que tus relaciones pasen de ser transaccionales a transformadoras? El capitalismo y el patriarcado no pueden sostenerse sin seres humanos y mano de obra femme que explotar. Estar en una relación correcta entre nosotros, con nuestros hermanes trans y queer, y con las generaciones futuras, significa crear un mundo sin ninguna forma de violencia en la búsqueda de la liberación.